Sunday, June 24, 2018

Una basura de padre

"LO QUE QUIERO ES OIRTE RECONOCER QUE ¡FUISTE UNA BASURA DE PADRE"! Una vez que nos volvemos adultos es más fácil reconocer cómo nos afectó la crianza que nuestros padres nos dieron, para bien o para mal. Mi padre nunca me dio una vida de estabilidad. La mayor parte de mi niñez nos traía por todo el país durmiendo donde nos llegara la noche. Dormimos en el suelo de los parques, en la arena de la playa, en la caja de la camioneta, y nuestros vecinos siempre fueron los sancudos. No sabíamos donde o qué comeríamos. A veces no sabíamos si íbamos a comer. Muchas veces la comida llegaba por la caridad y bondad ajena. Parecería fácil suponer que si algo le iba a resentir a mi padre sería la pobreza en la que nos crió. Pero la pobreza para mí no es razón de resentimiento ni vergüenza. Lo que yo resentía era la razón de la misma. No vivíamos así porque mi padre careciera de educación para obtener un trabajo bien pagado, no porque careciera de salud para trabajar. Vivíamos así por que mi padre carecía de ambición, de mayordomía para con su esposa y sus hijos, de un sentido de responsabilidad en cuanto a las consecuencias que todos sufriríamos como resultado de sus decisiones. Efectivamente sus decisiones tuvieron efecto en nosotros, efectos duraderos. Entre otros, uno de mis hermanos ha tenido que lidear con sentimentos de abandono y un temperamento difícil de controlar, yo con la inhabilidad de creer que los hombros somos capaces de amar debidamente, y un hermano con las drogas y el vivir en la calle de manera permanente. Ahora como adultos son tantas las conversaciones que mis hermanos y yo hemos tenido sobre el padre que la vida nos dio. Cuando carecíamos de madurez siempre eran sobre lo negativo que vivimos, sobre las cosas que quisiéramos decirle en su cara a nuestro padre. Pero a medida que vamos aumentando en madurez igual nuestra memoria de cosas positivas. Tenemos muchos recuerdos chistosos, memorias que nos enorgullecen, y hasta memorias enternecedoras de las cosas que mi padre hacia. Recordamos que de niños cuando nos enfermabamos mi padre se despertaba en la madrugada a frotarnos el pecho con Vicks, nos sobada, y se quedaba a nuestro lado hasta que lograbamos dormir. Lo que más recordamos es la tradición de mi padre de despertarnos el día de nuestro cumpleaños con la canción "Las mañanitas". Uno de mis hermanos, Jesús, y yo hemos hablado muchísimo los últimos años, y poco a poco estamos logrando sanar los efectos negativos a medida que nos aferramos a lo positivo tanto de nuestras memorias como de nuestras vidas respectivas que ahora vivimos. En realidad hemos sido bendecidos. De hecho a mí me queda el gusto de saber que mi padre reconoce sus errores y que siente pesar por ellos. Pues el que le gritó a mi padre estas palabras hace unos años fui yo: "LO QUE QUIERO ES OIRTE RECONOCER QUE ¡FUISTE UNA BASURA DE PADRE"! También le dije, o más bien también le grité en su cara que lo que me hacía falta más que nada en el mundo era "QUE ME PIDAS PERDÓN". Después de un largo e incómodo silencio, y mientras vi sus lágrimas brotar de sus ojos mi padre me dijo lo que tanto esperé: "¡Mijo, fui una mierda de padre! No sabes lo mucho que me arrepiento por todo lo que hice. Por favor perdóname, Juan". Aquel día fue el día que supe que iba a vivir mi vida sin resentimiento y que poco a poco mi padre y yo desarrollaríamos una relación sana de padre e hijo. Y la verdad en gran manera lo hemos logrado. Amo a mi padre. Sin embargo, el tema de mi hermano drogadicto es uno que no hablo frecuentemente con mi padre. Uno, porque me cuesta morderme la lengua para decirle que es su culpa; y dos, porque en realidad me cuesta creer que mi padre lograría entender en cuanto a ese tema. Entonces ha sido un tema callado... hasta el día de hoy. Temprano por la mañana mi padre me llamó por teléfono. Hoy es 21 de junio, el cumpleaños de mi hermano que es drogadicto, y de quien por el momento desconocemos su paradero. El cumpleaños mío es tan sólo tres días después, el 24. Pues cuando contesté el teléfono inmediatamente escuché la canción "Las mañanitas". Sonreí en silencio y pensé, "Ay mi padre, tan despistado. Se equivocó, hoy es cumpleaños de mi hermano, el mío es en tres días". Pero seguí en la línea para corregirlo una vez que terminara la canción. Cuando la canción terminó, antes de que yo pudiera hablar mi padre dijo, "Mijo, Juan, no me confundí de fecha...." En eso pude escuchar el llanto de mi padre, e inmediatamente comprendí su tristeza. Después de un silencio, sin poder detener el llanto me dijo mi padre con palabras quebradas: "Si vez a tu hermano, dile que su padre no se olvida de él, que lo quiero mucho". Intentaba decirme más pero comprendí que esas lágrimas sostenían el peso no sólo de desconocer el paradero de su hijo mayor, sino de todos los años de errores cometidos como padre. Tan sólo le dije, "Apá, no te preocupes, yo entiendo lo que dices. Si lo veo te aseguro que haré que tus palabras lleguen a él". Nuestros padres, quieran o no, siempre tienen que cargar con esa enorme responsabilidad. No fue hasta hoy que logré comprender lo enorme y dolorosa que puede ser.

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